Aunque distintos, lo de que perros y gatos se llevan mal hoy en día es más un mito que una realidad. Pero no debemos de olvidar que su naturaleza es la
depredación y
su instinto el de la caza, todo en su interior los empuja a perseguir a otras especies animales. No es la primera vez que nos ha coincidido ver como un gato persigue a un ratón, pájaro, mosca… y que
los perros hagan lo mismo con los gatos. Su impronta genética les dice que es una presa potencial que deben de perseguir para sobrevivir, siendo una clara fuente de alimento.
En los carnívoros, especialmente los felinos que lo son casi exclusivamente, esta supervivencia está basada en la predación. Por lo que es una conducta tan natural como habitual.
Será
más difícil quitarles ese instinto a los gatos que a los perros pero lo podemos controlar por medio de juegos, teniendo presente que no debemos fomentar en ellos nada que despierte ese instinto.
Existen países como Suiza o Australia donde hay como un "toque de queda" para los felinos en horarios habituales de caza en la que se les prohíbe por ley, que sus propietarios les permitan las salidas al exterior.
Pero ¡al tema! Estas dos especies pueden mirarse con desconfianza ya que son diferentes, aunque entre ellos surja un natural interés.
La
incomprensión recíproca puede ser el motor de sus relaciones, pero el que sean animales de compañía ha ayudado a cambiar y suavizar estos patrones. A su vez la proximidad del hombre, provocó una menor densidad de predadores lo que posiblemente aumentó las posibilidades de éxito en la procreación y la supervivencia de los individuos. Esta es la causa más probable para la explicación de por qué los predadores domésticos correctamente socializados con los seres humanos u otras mascotas no sólo huyen de los mismos sino que además pueden buscar compañía.
Si los acostumbramos
desde cachorros a su mutua presencia, es decir, los socializamos correctamente y los educamos para convivir, la adaptación mutua será más fácil. Asumirán que no es necesario cazar para sobrevivir y que su relación con la otra especie puede ser diferente. Desde cachorros aprenden de sus padres y sus congéneres y por supuesto del ambiente que los rodea lo que condicionará su comportamiento de adulto.
La influencia de la edad en la adaptación es importante ya que si por ejemplo, tenemos un perro mayor y entra en casa un nuevo inquilino, como un cachorro de gato este tardará más en habituarse.
Cuanto
más joven es, mejor se adaptará a los cambios.
Los cachorros son más juguetones que cazadores, no tardarán
en establecer sus propias jerarquías, sus propias interacciones, sus propios roles. Aunque es importante que siempre dispongan de sus
específicos lugares para comer y dormir para que puedan refugiarse en momentos de agobio.
La presentación es un momento muy importante en la futura relación, es mejor que nuestro perro en ese momento esté relajado después de un buen paseo, cuando esté relajado o tranquilo. Si cuando le mostramos la nueva mascota da muestras de tranquilidad hay que felicitarlo, demostrarle que te enorgullece su reacción pacífica. Cuanta más edad tenga el perro
más paciencia hay que tener, pero la fórmula es la misma.
Algunos pasos interesantes o referencias que sería aconsejable que tengamos en cuenta serían:
Nunca permitas que tu perro o cachorro se
acerque al gato.
Tu perro querrá olfatearlo y al gato esto no le ayudará a entablar una amistad, más bien
le molestará y lo más probable es que tenga ganas de salir pitando, algo que hará que tu perro lo persiga intentando jugar con él. Viendo el panorama lo mejor es que cuando el gato y el perro estén en la misma habitación, el perro esté
tumbado y tranquilo, controlándolo así el gato gana poco a poco confianza cerca de él sin que le agobie.
Permite que tu gato
se acerque al perro, pero supervísalo no vaya a ser que la líen, y se ponga en modo “persecución”.
Si tu gato
quiere esconderse,
déjalo. No hay que forzar la situación. Permite que el gato investigue al perro según sus propios deseos. Es posible que llev
e entre ocho a diez semanas hasta que el gato se ajuste a compartir su casa con su nuevo amigo.
Deja a tu perro y gato
separados cuando no estés en casa, hasta que no tengas la certeza de que ahora la cosa ya está tranquila y no se van a poner a correr uno detrás de otro.
Premia cualquier buena conducta que surja entre los dos.
Cada vez que el perro permita que el gato se acerque o que camine cerca de él sin perseguirlo,
felicita efusivamente a tu perro.
Recuerda que con una buena disposición los dos llegarán a un entendimiento, tarde o temprano.