perros
ACCESO USUARIOS |Email Contraseña No recuerdo mi contraseña Inciar sesión en Perros.com|No estás registrado? Regístrate Registrate en Perros.com
Foro de La Terraza
La Terraza

Quédate.

Moderadores: Damzel, sandrarf
Usuario Titulo: Quédate.

Damzel

Moderador
PuntuaciónPuntuaciónPuntuaciónPuntuaciónPuntuación
14161 mensajes
Damzel
0 Albumes (2 fotos)
0 perros (0 fotos)

Sexo: Mujer
Edad: 123 años
Provincia: Roskilde
Publicado: Thursday 13 de August de 2015, 14:34


Quédate.

Recorría a diario aquellas montañas, siempre en busca de alguna pista, de un olor por el que dejarse llevar para encontrar algún animal al que perseguir a toda velocidad; de restos de algo comestible, aunque estuviera en un primer estado de putrefacción, o de cualquier otro rastro interesante. Vivía en aquel paraje dejado de la mano de Dios con Viejo, tal y como él había llamado siempre a su amo.




El amo era un pastor de piel curtida que habitaba una humilde construcción de piedra y que llevaba toda su vida sacando a pastar al rebaño, lloviera o nevase, sin más ambición que la de llevarse cada día a la boca un pedazo de pan con queso y, en ocasiones, una comida caliente cuyas sobras solía compartir con él desde hacía ya algunos años.

Cada día, en cuanto el alba llamaba a la puerta, perro y dueño se desperezaban y salían con las ovejas a recorrer aquellos parajes que ambos conocían a la perfección para, después, volver a casa a descansar durante el resto de la jornada, con la satisfacción que sucede al trabajo bien hecho.

Hubo otros antes que él, pero Viejo siempre le repetía que jamás había tenido un perro tan eficiente y dispuesto como él, un animal capaz de entender apenas una mirada. ¡Hermosos recuerdos! Él ayudando a Viejo a dirigir el rebaño: un gran equipo funcionando como un perfecto engranaje.

Pero hacía años que aquello no había vuelto a ocurrir. De hecho, Viejo ya no acostumbraba a salir de su cabaña. Hacía tiempo que había vendido el rebaño a un pastor más joven y, sin nada que hacer, pasaba las horas muertas junto a la ventana, balanceándose como un autómata en su desgastada mecedora de mimbre; desaseado y resignado a agotar una existencia caduca, una vida en constante peligro de extinción.

Cada mañana, con la escasa energía que sus doce años le permitían, él brincaba y ladraba en un vano intento de animar al viejo: «¡Salgamos! ¡Vayamos a recorrer nuestro territorio! ¡Hoy hace un lindo día! ¡Vamos, Viejo! ¿Quién en su sano juicio podría negarse a salir hoy de casa?». Pero, cada mañana, el anciano volvía a ignorar tan ansiada petición. Nada que él hiciera parecía conseguir que el anciano reaccionase.

Y eso que él era consciente de lo mucho que aquel viejo pastor había hecho por su vida, al darle cobijo y comida cuando apenas era una bola de pelo que acababa de abrir los ojos al mundo. Una gélida mañana, siempre pendiente de sus ovejas, Viejo escuchó un ruido provenir de entre unas matas y, al dirigirse hacia el lugar, encontró un cachorro aterido de frío, enjuto y hambriento. El pastor no dudó entonces en acomodarlo en su zurrón y convertirlo en su familia. Y eso él jamás podría olvidarlo.

Además, en otra ocasión, su amo también se había ocupado de atenderlo de forma amorosa cuando, una mañana de otoño durante una de sus excursiones solitarias, un maldito coyote le había atacado. Malherido, a duras penas había conseguido regresar a casa, a su hogar, junto a Viejo. Su amo curó entonces todas sus heridas y lo cuidó, aun cuando sus vecinos decían que resultaría inútil, que jamás llegaría a recuperarse de tan graves lesiones.



Por eso ahora no entendía la actitud de su amo. Juntos habían superado muchos retos y él sentía que había llegado el momento de celebrarlo, de salir juntos de nuevo a correr por aquellas tierras que habían visto crecer a ambos, de agotar las pocas fuerzas que todavía tenían para moverse y volver a casa exhaustos, justo a la hora de cenar frente a la lumbre. «¡Vamos, Viejo, salgamos hoy!».

Pero en lugar de eso, como de costumbre, el amo había pasado el día con la mirada perdida frente a su ventana hasta que, ya noche cerrada, se había calentado unas lentejas y mordisqueado sin hambre un mendrugo de pan duro acompañado de un trozo de queso seco.

Él, como había hecho durante cada día de su vida, permanecía tumbado a sus pies, ora contemplándolo, ora dormitando, hasta que ocurrió algo inesperado: su amo, su amigo, la persona con la que llevaba viviendo toda su vida, comenzó a retorcerse de dolor todavía sentado en su silla, intentando respirar, el rostro desencajado. El anciano pareció mirarlo durante un instante mientras se llevaba una mano al pecho, pero en esta ocasión una mirada no fue suficiente. «¿Qué te pasa, Viejo? ¿Cómo puedo ayudarte?».

***

Permaneció junto a su amo hasta que su cansado corazón dejó de marcar el ritmo de su hastiada vida. Estuvo allí con él hasta que su tiempo pareció expirar y su último aliento anunció el final del dolor. Mas, solo en aquel momento, el anciano recuperó la paz que siempre había emanado de su rostro y fue entonces cuando, con su habitual sonrisa tan franca como desdentada, se dirigió a su perro.

—¡Truhan, estás aquí, amigo! —exclamó el viejo apresurándose a abrazarlo. Se sorprendió al notar que sus decrépitas articulaciones habían dejado de doler.

El animal no podía creer que el amo volviera a hablarle como antes, como siempre.

—¡Cuánto me alegro de verte, viejo amigo! —pronunció mientras acariciaba con fruición el pelaje pardo y alborotado que siempre había caracterizado a su perro—. He estado tan solo desde que te…

El anciano se calló de súbito y permaneció inmóvil durante unos segundos, mirando a su perro. Su sonrisa se había desvanecido por completo y parecía pensativo, como intentando entender… Entonces frunció el ceño, giró sobre sí mismo y, conmocionado, pudo observar su propio cuerpo que, todavía caliente, yacía desplomado sobre la mesa en la que aún estaba intacta su comida.

Y entonces comprendió. «Quédate», había suplicado entre sollozos al maltrecho cuerpecillo ensangrentado que había sido su perro cuando, tras ser atacado por un coyote, este había conseguido regresar al hogar para quedarse dormido para siempre entre sus brazos. «Quédate», había resonado una y otra vez entre las paredes húmedas de aquella pequeña casa de pastor.

«Quédate», había obedecido por última vez su leal amigo.



Autora: Amelia Cobos
Fuente
Denunciar mensaje Citar
Usuario Titulo: Quédate.

Sephorah

¡Adicto!
PuntuaciónPuntuaciónPuntuaciónPuntuaciónPuntuación
751 mensajes
Sephorah
0 Albumes (0 fotos)
1 perros (2 fotos)

Sexo: Mujer
Edad: 45 años
Provincia: Murcia
Publicado: Thursday 13 de August de 2015, 18:51
Muy bueno.
Gracias, Damzel.
Denunciar mensaje Citar


conectados
Usuarios conectados
Tenemos 0 usuarios conectados. 0 invitados y 0 miembro/s:

Enlaces link Razas de perros|Foro de Perros|Venta perros|Adiestramiento perros|Adopciones de perros
Razas destacadas link Pastor alemán|Bulldog|Bull terrier|Yorkshire|Boxer|San bernardo|Schnauzer|Golden Retriever|Doberman|Labrador Retriever
Copyright © 1997-2015 Perros.com - Todos los derechos reservados
Publicidad en Perros.com| |Aviso Legal|Política de privacidad|Condiciones de uso